A trotes por barbechos y olivares,
tú, caballero andante,
olfateas en las entrañas,
entrañas de ese noble señorío
que dentro lleva tronío
del fértil agro andaluz.
Con el sombrero puesto y tus pies
al hombro, no hay día chico
en tu discurrir mundano.
Amigo del verbo corto,
de nervio profundo,
tus consejos amigos,
ya son doctrina en este mundo,
donde habitan esos aventureros
de la labranza fina.
Ya soplé el viento, ya truene,
o cale esa fina lluvia,
tus zapatos son tu tesoro,
y tu cuerpo ya cata
la grandeza de esta tierra.
tú, caballero andante,
olfateas en las entrañas,
entrañas de ese noble señorío
que dentro lleva tronío
del fértil agro andaluz.
Con el sombrero puesto y tus pies
al hombro, no hay día chico
en tu discurrir mundano.
Amigo del verbo corto,
de nervio profundo,
tus consejos amigos,
ya son doctrina en este mundo,
donde habitan esos aventureros
de la labranza fina.
Ya soplé el viento, ya truene,
o cale esa fina lluvia,
tus zapatos son tu tesoro,
y tu cuerpo ya cata
la grandeza de esta tierra.